Bambalinas

El se sienta en un dedal y espera a que me acomode. Luego, comienza a contarme su historia. Tras él, cientos de miniaturas aguardan pacientemente en fila india. Son las pequeñas gotas de agua las que conforman el mar... ********************************************************* He sits down in a thimble and waits to me. Then,he begins telling me his story. After him, hundreds of miniatures await patiently in row. They are the small drops of water which conform the sea..

Nombre:

10/11/2005

Rainbow


Allí estaba yo, perdido en el desierto, en medio de un paisaje extraterrestre, rodeado por cactus y arbustos raquíticos. Tal vez no debería comenzar así, sino por el principio. El principio es que yo era en aquel entonces, finales de los años sesenta, el joven y prometedor hijo de un notario de provincias. Era todo lo que mi padre podía esperar, lo que me había convertido en alguien desconocido para mi mismo. Por eso me planteé tomar un año sabático, para viajar y conocer mundo antes de encerrarme para preparar la notaría, a lo que mi padre accedió sin demasiados impedimentos. No se por qué me dio por ir a Estados Unidos. A veces pienso que fue el destino, otras que fue Jane Fonda en Barbarella, probablemente una extraña mezcla de deseo y destino. Teniendo en cuenta que mis conocimientos de inglés eran más bien escasos y que la España de entonces estaba a años luz del mundo estadounidense, aquello se convirtió en una auténtica aventura. Tanto que acabé con mi coche de alquiler sin gasolina en una carretera de Los Ángeles. Ahora si puedo decirlo: ahí estaba yo, perdido en el desierto, con los jodidos cactus. El cadillac que tan presuntuosamente había alquilado, ese que me hacía sentir como el rey de la carretera, a mí, que lo más grande que había visto era el 1500 de mi padre, yacía varado en la cuneta, sin gasolina, inútil. Joder con el país del petróleo. En realidad era un país de locos. La música, la forma de vestir de la gente, hasta la forma de moverse eran extrañas para mí. La comida, ¡dios mío!, no comprendía como podían sobrevivir comiendo esas porquerías. Estuve allí unas cuantas horas sin que pasara ni un solo vehículo, y eso me dio tiempo más que suficiente para arrepentirme por mi estúpida idea del viaje por EEUU, incluso para añorar mi futuro como respetable notario de provincias.
Un sonido ronco, carraspeante, me sacó del ensimismamiento. A lo lejos, la silueta de un coche en la carretera. Sin pensarlo dos veces me planté en el centro de la calzada, saltando y gritando salvajemente. El coche se acercó reduciendo la velocidad. Era un wolkswagen, uno de esos escarabajo, que en España era puro lujo. Aquél era un auténtico cascajo. Decorado con extraños símbolos y garabatos multicolores, parecía el coche de un saltimbanqui. Cuando estaba a un par de metros se detuvo. En él dos muchachas, una blanca, otra de color, me miraban sorprendidas. Hablaron entre ellas, después bajaron despacio, sonriendo tímidamente. Sus voces me sonaron a pura gloria, saludé en mi inglés macarrónico y me acerqué a ellas, intentando explicar lo que sucedía. Ellas se esforzaban por comprenderme, hablaban continuamente, pero no llegamos a entendernos bien. Llegó un momento en que comenzaron a hablar entre susurros, ignorando mi intento de comunicación. Una de ellas me cogió de la mano y me sacó de la carretera mientras la otra aparcaba el renqueante escarabajo en el arcén. Comenzaron a sacar bártulos del coche, una manta multicolor, un bongo, una pandereta, bolsas de varios tamaños... No tenía ni idea de qué estaban preparando, pero tenía claro que se estaba haciendo de noche, así que no teníamos tiempo que perder. Cuando quise darme cuenta habían recogido unas rama de arbustos y tenían preparada una hoguera, junto a la que extendieron la manta. No salía de mi asombro, ¿es que pensaban pasar la noche allí? Intenté decirles algo, pero se limitaron a ignorarme, estaban ocupadas asando unas patatas que devoraríamos poco después, sentados en la manta. Llevaban cerveza, que compartimos. Aún recuerdo su sabor amargo y caliente. Se ponía el sol cuando liaron un cigarrillo que compartieron antes de ofrecerme una calada. Yo no había compartido un pitillo desde el colegio, pero acepté. Joder, era el tabaco más extraño que había probado en mi vida. Tosí, casi me atraganto. Pero la sensación era única, envolvente. Tomé otra calada, después se lo devolví a las chicas. Cerré los ojos dejándome llevar por la sensación. Podía haber pasado un segundo, o una hora, no lo se, el sonido rítmico del bongo rompió la noche. Era profundo, fuerte, surgía de la tierra, cruzaba mi interior. La pandereta se unió en creciente volumen, haciendo contrapunto, bailando ambos sonidos en un instante atemporal. Abrí los ojos y allí, bailando para mí, había dos diosas, una de ébano, la otra de marfil. Bailando para mí... torsos desnudos, cuerpos cubiertos de plumas y abalorios. Aquellos gloriosos vaqueros. Pieles tersas, perfectas en su imperfección, se combaban al ritmo que marcaban las manos. El fuego danzaba en ellas, atrapado, como yo, en su primitivo ritmo. Podía haber pasado horas mirando, escuchando, pero ellas no tenían intención de dejarme mirar, querían que me uniera. Yo no tenía ningún instrumento, pero no me hacía falta, ellas quisieron que tañera sus cuerpos al son de la música.
La enorme manta multicolor nos acogió en su seno, a los tres. Ya no hacía falta el profundo sonido del bongo, ni el dulce timbre de la pandereta, el ritmo estaba en nosotros, nacía de nuestros corazones, de nuestras almas, escapaba por manos, piel, boca... Lo invadió todo, cadencia, suavidad, tacto, placer, las sensaciones se entremezclaron de una forma que nunca había experimentado antes. Valles oscuros, cumbres claras, mi cuerpo, los suyos, caminos de piel, era todo uno... Los recuerdos se vuelven difusos, como el caleidoscopio de un sueño, cambiante y distinto. Agotado, caí en los brazos de Morfeo mientras descansaba entre los de mis diosas.Desperté al alba, tiritando. Cuando fui capaz de abrir los ojos, comprobé que estaba solo. No había rastro de las chicas, ni del wolkswagen, solo me acompañaba mi inútil cadillac. Solo, desnudo, con una resaca descomunal...y tumbado en una manta multicolor

3 Comments:

Blogger Tighten my corset said...

Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

1:02 p. m.  
Blogger Tighten my corset said...

wow Arian, si el anterior me habia gustado, este cuento se sale. Me gusta el tono, el registro y el ritmo... ¡casi he podido sentir el bongo en mi interior!

Quiero más cuentos :D

besos

1:04 p. m.  
Blogger ruth said...

Gracias guapa!!
Me alegra que te haya gustado, realmente me he divertido mucho escribiéndolo. Y no te preocupes, habrá muchos más!!

Besos!!

6:01 p. m.  

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